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l barrio está dormido, seguramente el centro está lleno de luces y movimiento, pero acá no. Como mucho, un auto de vez en cuando. La luz de enfrente que se apaga y no vuelve a encender. Yo, sentado en la puerta de casa, una pequeña radio encendida en aquella sintonía de blues, una cerveza y los pensamientos.
Gatos... ellos conocen mejor que nadie las noches de barrio, su magia, su tristeza, sus aullidos, sus personajes, su historia. Ellos (los gatos) mejor que nadie me conocen a mí, pasan delante mío como si yo fuera uno más. Camino entre ellos y ellos caminan junto a mí, toco mi armónica y escuchan atentamente como si captaran el sufrimiento que emana sin fin.
Giro mi cabeza hacia una esquina no muy distante y veo un perro encaminarse hacia nosotros, me adelanto unos pasos tratando de detenerlo, antes de que los espante, pero él se detiene me mira a los ojos y se va. Como aquel amigo que saluda a la viuda en el funeral.
Esta noche hay mucha magia en el aire, puedo ver un brillo sarcástico en sus ojos, ese algo que no me deja escapar. Pensé que este iba a ser otro sábado aburrido, pero ahora estoy parado sobre una chimenea. Saltando desde un balcón a una cornisa, arañando tu ventana y maullando a la luz de la luna.
Esta noche soy libre, puedo ir donde quiera, esta noche soy uno más. Únete a nosotros, ven... vamos a disfrutar. Haremos el amor sobre algún tejado, nos divertiremos hasta el amanecer, luego... volveremos a ser nosotros. Pero vos y yo sabemos que existe la magia en la noche y que esto, pudo ser.