Katharsis mundialista

-¿Somos campeones?- preguntó el niño a su padre y éste lo miró con los ojos empañados. Los festejos habían copado la Plaza y el clima se mostraba tan alegre como un carnaval. El pueblo salió a la calle a celebrar otro triunfo, al igual que lo hizo en el primer partido de la Copa del Mundo, pero ahora con 6 valederos motivos. Y cada grito se convertía en desahogo, porque los argentinos necesitamos festejar, cantar, saltar y llorar abrazados con el que está en la mesa de al lado en el café. El número 6, paradójicamente el del diablo, fue el que exorcizó la mañana. Con las espaldas cargadas de penas que dejaron las malas administraciones y la profunda crisis en la que sumergieron al país, los argentinos salimos a las calles a celebrar un partido. -¿No ves la necesidad de festejar que tiene la gente?- Y no es que no sepamos que sólo es el segundo partido de la primera fase, pero necesitamos hacer catarsis. Cuando los griegos expulsaban o exorcisaban los malos espíritus, llamaban a esa acción katharma, de allí proviene el vocablo katharsis. Según el filósofo René Girard, esta palabra significa en primer lugar el beneficio que la ciudad obtenía de la eliminación del katharma. Antes de ser ejecutado, el katharma era paseado por las calles de la ciudad, para que atraiga sobre sí todos los malos gérmenes, y evacuarlos haciéndose eliminar él mismo. ¿Acaso no es eso lo que hicimos? En psicología la terapia catártica o método catártico consiste en lograr una purga efecto terapéutico, una descarga adecuada de los efectos patógenos. La cura permite al sujeto evocar e incluso revivir los acontecimientos traumáticos a los que se hallan ligados dichos afectos, y lograr la descarga de éstos por las vías normales, como el llanto. Como ese que se escapó cuando Tévez entre gambetas y taquitos dignos del potrero se devoró el arco solo. Argentina necesita hacer catarsis y el mundial es la excusa perfecta para exorcisarnos. Vamos, no te quedes sentado vení con nosotros a la Plaza, no te asustes y pintate de celeste y blanco, es sólo nuestra katharsis mundialista.

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