Es inevitable. Resulta imposible pasar por la puerta de La Torre1 sin mirar hacia esa mesa vacía. Aún sabiendo que estará vacía una vez más.
Poco tiempo atrás, ese mismo escenario era utilizado recurrentemente como confesionario, como plataforma de debate, como punto de encuentro... hasta como oficina si se quiere.
Sabía que por las mañanas, mediodías y tardes, aunque algunas noches también, era posible pasar por allí y encontrar al flaco sentado en la primera mesa, la más cercana a la barra sobre el acceso de calle Buenos Aires. El gesto de amigo no se hacía esperar y casi como un salto (muchas veces saltos reales, una de esas locuras que hacía sin temor al ridículo) invitaba a tomar un café.
En un año, aproximadamente, hemos ingerido hectolitros del oscuro líquido adictivo; junto a él millones de palabras. Cuentos, historias, consejos pedidos y ofrecidos... "Seguro que es Daniel" decía cada vez que sonaba el celular y casi siempre era cierto, parecía una paradoja del destino, sentarnos a tomar un café era llamar a la necesidad de un trabajo "urgente" por el que tenía que abandonar la mesa y salir corriendo, literalmente.
Ayer me senté en esa mesa a tomar un café después de mucho tiempo y no tenía el mismo sabor. Luego de pagar y retirarme, inclusive sin terminar de vaciar el pocillo, resolví no volver a entrar. Cada vez que paso por la puerta no puedo evitar mirar hacia esa primera mesa, sabiendo que no estás pero deseando en el fondo del alma que estés. Decidí no volver a tomar un café en ese lugar porque ya no es divertido, no tiene el gustito a amistad sincera.
Han pasado meses desde que Eduardo falleció y sin embargo no puedo evitar mirar tras los grandes vidrios hacia la primera mesa con la ilusión de verlo y que me invite de un salto a tomar un café con sabor a amistad entre finales internacionales de bocha, colección de monedas y fotos imposibles.
1 Bar ubicado en la esquina de 9 de Julio y Buenos Aires, Villa María.
